sábado, 26 de abril de 2008

¿Teatro o Psicodrama?

Esta pregunta resuena muchas veces tanto en el ámbito teatral como en el ámbito psi.
Quienes hemos asistido a diversas escuelas de teatro o actuación nos encontramos con que muchos de los que asisten a las clases lo hacen con un fin terapéutico.

Sin duda que el teatro es terapéutico, produce un bienestar general, genera endorfinas, se comparten actividades en grupo, se expresan emociones, se entrena el cuerpo…

Entonces por qué el planteo del título; ¿teatro o psicodrama?

Porque a veces hay un delicado equilibrio que no conviene romper cuando una persona se encuentra en la búsqueda de una solución terapéutica. Muchos profesores de teatro, con más y con menos experiencia suelen hacer una especie de profundización de los traumas de una persona, abriendo capítulos tal vez demasiado traumáticos para el alumno, quedando luego en él toda esa carga de emociones sin el debido “cierre” o “contención” que tendría en terapia.

El psicodrama tiene mucho que ver con la actuación, con jugar (entrar y salir de una situación o un personaje), con la expresión emocional, con la expresión corporal y el compartir actividades en un grupo. La diferencia es que aquí los objetivos de todos son comunes, terapéuticos, y están contenidos y supervisados por el profesional correspondiente.

Ninguna actividad es mejor que la otra, y ambas son altamente recomendables.

Simplemente tengamos en cuenta cuál es nuestro real objetivo, ya que tenemos la posibilidad de elegir lo que más se acerque al mismo.

Bienvenido a Psicoactores

Las exigencias del medio, y las propias también, hacen que a veces el actor perciba como demasiado riesgoso el tema de exponerse.

Muchos enfrentan este desafío con la adrenalina necesaria y confiando en sus condiciones, más allá de posibles opiniones adversas (siempre las hay).

Otros, aún teniendo condiciones y conocimientos de su profesión, viven este proceso con angustia, con mucha más tensión que lo habitual, lo que a veces se manifiesta con síntomas tales como sudoración excesiva, mareos, temor a olvidar la letra, rigidez en el cuerpo, etc.

En los casos más extremos incluso pueden no querer salir a escena, llegando hasta cancelar el trabajo pendiente.

Estas reacciones las hemos pasado muchos actores (y artistas en gral.), y no debe esconderse la situación, sino afrontarla con los recursos necesarios.

Lo bueno es que no es un problema sin solución, y a través de técnicas de relajación, charlas de orientación (coaching) y visualizaciones, el artista podrá re-conectarse con el placer que solía brindarle su actividad, con más confianza y predisposición a la exposición.

Recordemos que cada uno tiene talentos únicos, un sello personal irrepetible, y confiemos en ellos para enriquecer un modelo de diversidad, y no de copia o modelo a alcanzar.