martes, 28 de julio de 2009

El actor es sólo una parte.

El actor es sólo una parte de un todo. Ese todo es mucho más que él. Y a su vez sin él ese todo no sería el mismo.

Además de este pequeño juego de palabras, la idea de que el actor esta inmerso en un sistema mucho más amplio que su individualidad, sistema en el cual podríamos encontrar guionistas, directores, iluminadores, maquilladores, escenógrafos, camarógrafos, editores, musicalizadores, otros actores, etc. es una idea liberadora para aquellos que sienten toda la responsabilidad de un resultado sobre los hombros de su desempeño.

Para los egos inflados seguramente esta idea no es muy amigable, ya que les encanta (o necesitan) ser permanentemente reafirmados en ese lugar de excentricidad.

Pero volviendo al tema (otro día tocamos el ego y sus consecuencias), es importante que el actor se reconozca parte de un engranaje, no para esquivar su responsabilidad, que la tiene, sino para generar conciencia de sus limitaciones, que también las tiene.

Un purista podría decir que hay buenos y malos actores, pero desde mi lugar de psicólogo (y de actor también) prefiero pensar que hay buenas y malas actuaciones. Y que ellas dependen de una multiplicidad de factores, humanos, tecnológicos, y otros más dificiles de clasificar.

Lo que en el consultorio intentamos es quitar esa presión extra que suele generarse en un medio exitista que suele buscar culpables en los fracasos y héroes en los éxitos, obviando en el análisis esta cadena de aportes que incluye a tantos otros.

Entendiendo el lugar (realista) que ocupa, el actor puede relajarse, ser más creativo, estar más atento al compañero, al contexto y expresar su talento.